domingo, 14 de septiembre de 2008

En una esquina

La luz se asoma y se clava en la oscuridad como largas y afiladas espadas. En una esquina fuma la sombra, y se escurre hacia ella, la mira, casi parece intuirla, y la espera. Luego la sigue despertando sus pies ahogados de la noche.
La figura zigzaguea queriendo recomponer sueños frustrados y entrecierra los ojos ante brillosos hilos. La gravedad en cada una de sus pisadas repercute en la belleza de la mañana y mira de frente convencida de su aburrido destino laboral.
El chico copia sus pasos con agitación y la perspectiva del placer compone su figura femenilmente. El sol se esconde entre edificios y no presta atención a la viejita que le pide limosnas en la entrada del subte.
La joven de treinta demuestra su agilidad al bajar la escalera y paga el boleto con las monedas exactas. Debe ser excelente cocinera, piensa él mientras persigue su aroma. Cuando la ve entrar a la plataforma quiere ser la madera cálida del molinete.
El muchacho apenas de veinte, siente sus pies como de algodón por la cercanía del ilusorio placer. Detrás de él, apenas terminan de ocultarse los reflejos dorados del día; cuando la luz azulada y eléctrica del tubo deforma el rostro de la boletera. ¡¿No tenés cinco centavos?!
Sus pies ahora de viento lo elevan sobre los molinetes. Por encima tenía el techo, más arriba smog y cielo, luego el sol, más allá la vía láctea: Qué belleza! Cuánta luz y armonía! Esto es el paraíso! Abajo el cemento, más abajo tierra arcillosa luego arenosa y rocosa; más abajo túneles de lava: Este calor es como el de mi corazón y la falta de oxígeno como la culpa.
El suelo lo recibe oscilante y desparejo y la mujer lo mira con ojos muy abiertos. Él se incorpora como saliendo de un pozo y sin detenerse ni en sus caderas ni en sus pechos, cae preso de la potencia de su mirada.
Suena el traqueteo de las veloces ruedas del tren, la luz de los carteles se divide como un estroboscopio y siendo el momento ideal, percibe sus pies nuevamente de carne y hueso. Pero tan agotados como los del deportista olímpico que batió su propio récord, entonces le viene la parálisis ¿Dónde están mis palabras, qué es de mi cautivante voz? El tren frena y con el chillido todo es huir, sus ojos miran para otro lado y se queda solo mirando el diario. Cierra los ojos.
VIOLADOR SIGUE A SUS VICTIMAS EN EL SUBTERRANEO.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me pone muy contento que hayas retomado la sana costumbre de escribir de vez en cuando.
Un abrazo amigo